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Los gatos y los cactus

¿Sabes?, si yo tuviera un gato lo querría muchísimo, pero te seguiría queriendo más a ti.

Publicado: 2020-02-27

Me dices que debería adoptar un gato. Lo primero que pienso (y te digo) es que una vez intenté criar un cactus y se me murió, así que probablemente no debería tener un gato, ni nunca más ningún otro ser vivo a mi cargo.

Porque, aunque suene extraño, yo me había encariñado con ese cactus. A veces hablaba con él, sobre todo en las noches, cuando llegaba borracho a mi cuarto. Le daba vodka y conversábamos con las luces apagadas y el televisor encendido.

Pero incluso los cactus necesitan alguien que los cuide y yo nunca lo puse al sol, ni le di agua, solo vodka por las noches, algunos sábados, hasta que un día traté de acariciarlo y se quebró.

¿A quién se le puede morir un cactus?, me preguntas y te ríes. Luego me dices que no debería darle alcohol a las plantas, ni a los animales, que mejor debería tomármelo contigo y mientras me sonríes te quiero un poquito más.

Y no se si esto del cactus sea una metáfora de algo pero estoy seguro que podría serlo. Aunque yo detesto eso de las metáforas o que todo tenga que significar siempre algo.

No entiendo por qué las cosas deben ser tan complejas. ¿Por qué no podemos querernos, por ejemplo, sin la necesidad de pensar en terceras personas, ni en verbos pospretéritos o palabras tan tristes como hubiera, habría o hubiese?

A veces, es lindo que un cactus solo sea un cactus y un gato solamente un gato o que tu fueras solamente una chica y no la enamorada confundida de alguien más.

Pero la vida siempre está mal hecha, supongo, y al final terminamos llenando los textos de cosas que significa otras cosas solo para compensarlo.

¿Sabes?, si yo tuviera un gato lo querría muchísimo, pero te seguiría queriendo más a ti.

Sin embargo, soy un tipo al que se le mueren los cactus y jamás podría tener ese gato. No sabría como alimentarlo, ni cuidarlo, ni cada cuánto hay que echarle agua para que no le salgan espinas.

Y a pesar e eso, a veces, cuando estoy en el trabajo abrumado por mil cosas, me gusta imaginar que al llegar a casa habrá un gato esperando y podré verlo dar vueltas silenciosas por el departamento, con su naricita pequeña y esas patas de dibujo animado, con sus ronroneos, su majestuosa indiferencia y aquella forma tan condescendiente que tienen los gatos de quererte de cuando en cuando para luego volver a ignorarte.

Sería llegar a casa y verlo ahí, entretenido con sus propios asuntos felinos. Cada quien se daría su espacio y nada sería muy distinto a como es ahora, es cierto, pero habría un gato en casa y, de algún modo, eso haría que todo sea mejor.

Pero no tengo un gato y si lo tuviera, probablemente, se convertiría en un cactus.


Escrito por

Renato Amat y León S.

Escribo cosas y, a veces, las publico.


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